El amor si no viene acompañado de dolor no es amor. El amor tiene que doler, así como todo lo que sabe bien engorda. El amor duele desde el principio cuando te enamoras, te duele el pecho de alegría y te duelen los cachetes de una sonrisa que no se borra. El amor duele porque es bueno, porque llena, estira los músculos, infla el pecho y expande las costillas. El amor duele porque cuando se va queda un vacio y todo sabemos que no hay dolor más profundo que el que deja un amor perdido.
El amor en el tiempo madura, y se transforma, pero sigue doliendo. El dolor siempre está presente y te recuerda día a día que estás vivo. El amor duele, duele de alegría y duele de tristeza. El amor duele tanto que llegas al odiar, a desear que nunca hubieses amado. Duele tanto que a veces es mejor no ser amado.
Ten cuidado y date cuenta rápido que si el amor te duele puedes a veces ser bueno y a veces ser malo. El dolor malo destruye, y abre agujeros en el alma. El dolor bueno cura, fortalece y calma. Pasar de un dolor al otro, es pasar del amor al odio.
El amor maduro se vuelve callado y es uno el que tiene que recordarle que cante, que llene y que sane. A uno se le acostumbra el alma a tener al amor al lado, a veces hay que asustarla y no dar todo por sentado. El que se acostumbra pierde porque se olvida de que está enamorado. Por eso lloran después cuando se quedan solos y se dan cuenta que perdieron lo que ya habían conquistado.
Esto es válido en amores de uno a cien años porque aunque el amor es mágico hay que tenerle cuidado.
Lo que es indiscutible es que no hay nada que se sienta igual a sentirse enamorado.