martes, 2 de marzo de 2010

El Chino, La Morena y el Carro


Hoy me encontré en la notaria vendiendo un carro que no era mío. Una de esas cosas que le tocan a uno por huevon, por jala bola, o simplemente por estar en el lugar preciso o equivocado (ustedes decidan). El hecho es que hoy estaba en una notaria en la calurosa ciudad de Maracay a 40°C a la sombra y sin aire acondicionado.

El comprador, un chino que tiene 9 años en Venezuela y aun no se entiende nada de lo que dice. Ni siquiera es capaz decir “Chinotto”, “Lumpia” o “Aloz Chino”. Mientras esperábamos yo me preguntaba cómo es posible que dejen a este señor comprar un carro. Si lo para un fiscal, ¡se jodio el fiscal! Porque el chino, no va entender nada y dudo que le importe o le interese. Es que en este país somos demasiado abiertos (en lo que inmigración se refiere), mínimo deberían hacerle un examen de castellano a las personas antes de darles una cedula y una licencia de conducir.

La morena, una “ejecutiva maracayera”, vestida casualmente de china, que había acompañado al chino como su traductor personal durante todo el proceso de observación, negociación y finalmente la firma y compra del carro. La morena, quien primero pensé era la novia o amante del chino, era realmente la corredora de seguro para el carro. Les digo de verdad que nivel de atención al cliente tan personalizado.

El carro, uno de esos misterios inconclusos que ocurren cuando dos personas dejan, por fastidio o por olvido los trámites administrativos que me hubieran evitado a mí estar en la notaria a 40°C a la sombra. El carro que era de A, quien es mi “pariente político” se lo vendió a B hace años. B se lo pago a A, pero nadie sabe porque el carro legalmente siguió en manos de A. Ahora yo trabajo con B y llego la hora de vender el carro. Entonces A no encontró nada más fácil que hacer un poder para que yo vendiera el carro. B estuvo de acuerdo ya que el carro es en práctica de él y yo me fregué.

Ir a una notaria, un registro, sacarse la cedula, el pasaporte o licencia en Venezuela es igual a encomendarse al señor y saltar a un abismo. Uno nunca sabe que le espera en el camino, ni cuan larga es la caída. Lo que uno si sabe es que no va a ser rápido, seguramente no sea muy claro el camino y al final siempre, pero siempre, algo sale mal. No los voy a aburrir con detalles del engorroso proceso de compra-venta, lo que si les voy a decir es que la notaria (quien sabe si abogado) no se molesto si quiera en vernos la cara. Lo único que hizo fue comparar los datos del documento compra-venta con los documentos originales. Tampoco para mi tranquilidad y decepción le pregunto nada al chino, así que no se pudo enterar que le estaba entregando un arma con ruedas a un extranjero que probablemente lo único que ha manejado en su vida es una bicicleta, y que para mas colmos no habla papa de español. En todo este proceso nuestro querido amigo chino solo repetía cual loro Chi, Chi, Chi, a cualquier pregunta que yo o la morena le hacíamos a la notaria. Creo que al final del día, el chino solo entendió que ya todo había pasado cuando le entregue las llaves del carro.

Moraleja: Cuidado con chocar a un chino. ¡se jodio el fiscal! ¡y te jodiste tu! Chi Chi Chi

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